Sorpresa
Llegó a su departamento, tiró las llaves sobre la mesa. Se sorprendió por no encontrar el diario tras la puerta, fastidiado por haber prendido la luz general a pesar de su plan de acostumbramiento para siempre utilizar las lámparas más tenues y vivir así más armoniosamente en paz. Cuánta energía de sobra algunos días. Se quitó el tapado, después de haber apretado el botón verde del contestador automático no esperando nada en especial y con un fuerte dolor de estómago por hambre.La máquina, también sorpresivamente:
“Hola. Estaba escuchando jazz y me dio unas ganas terribles de verte. Estoy en casa, ocuparé mi tiempo con trivialidades hasta que me llames. Realmente espero que lo hagas, y vamos a tomar un café. Por favor, como dije, tengo muchas ganas de verte. Gracias, y perdón si molesto por algo. Un beso.”
Una voz femenina, tan auténtica y real. No dijo quién era pero estaba claro. Una sorpresa esperada por años, una luz de calidez en el monoambiente tan frío. Tal vez una caricia, una tregua más con su destino. Llaves al bolsillo, volvió a salir sin tener ya que pensar en el hambre ni en la luz que olvidó encendida, por tanto tiempo.
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