Sunday, February 04, 2007

Remoto control

Entre tanto titubeo me siento y converso con mi sombra. Su ausencia (ya sabemos de quién) ya es parte de mi identidad. Las lunas pasan bailando, riéndose de mi y del resto de los infames. La culpa me come el hígado, y también lo hace el chocolate que me como mientras tanto. Es como un círculo vicioso. Me pregunto si habrá registro alguno de cantidad de muertes por círculo vicioso. Un rayo grita “shhhhhhhhhhh” y yo le contesto con un beso. Mi mandíbula mandibulea, nosotros mandibuleamos, llenos de nervios y a falta de arroz. El pan fue remojado en lluvia y ni me enteré porque estaba muy concentrada pintándome las uñas de los pies.
Lavanda. La banda se llamaba Lavanda. Eran unos amargos que se hacían llamar músicos por haber tenido la suerte de que alguno recibió prestado de sus asquerosos padres nuevoricos el garage y un par de instrumentos. Bazofia recordada desde el más allá, quién sabe por qué, quién sabe por quién.
Mi sombra ya está harta de escucharme decir esta zarta de giladas. Si ella pudiera me censuraría, como lo ha hecho tantas veces. Pero hoy por alguna razón no puede, tengo el remoto control de la parole. Sin embargo, se que está cansada de mi estupidez y de que, si pudiera, dejaría de ser copia de mis movimientos y se alejaría lo máximo posible de mi cuerpo. No la culpo. Es mi culpa, mi sombra, mi parole.