Wednesday, March 21, 2007

Historia del amor que fue real y no fue

Había una vez un gran amor. Se trata de un amor como en los cuentos de hadas, tan mágico como parece en las películas, con la iluminación perfecta, siempre detalles arreglados, todo bonito y con banda sonora de fondo. La diferencia o lo especial de este amor es que era real. Nada de ficción ni decorados. Puro amor donde fuera, en cualquier escenario, entre cuatro paredes, en la calle o en la naturaleza, en un colectivo atascado en el tráfico de la gran ciudad o hasta dentro de un repletísimo subte. Amor desde las entrañas hasta las caricias, desde el alma al aire. Un amor ciclotímico, desequilibrado, alegre y triste. Un amor que era pura melancolía y dulzura, respiración, chocolate, sexo, poesía, almendras, luces de colores perdidas en el espacio, lágrimas de lluvia y pétalos de clavel cristalizados. Mi amor era canicas en el mismo momento del juego, convertía toda potencia en acto y todo acto malo retornaba a potencia y permanecía tras el mural que ahora es escombros. Mi amor significaba viento, quizás aquel del tren recién partido, aire de romance y flores, miedo, ir y venir de pensamientos, mar.
La luz de la vela solo llegó a iluminar mis ojos que la creían suficiente para ambos. La ola se esfumó y solo quedaron mis pies mojados un poco hundidos en la arena. Aun huelo ese viento, la brisa mientras me despido de tu nombre. Un violín quiere venir a acompañarme y me enferma que ni él ni yo entendamos que es por este romanticismo que se me va todo. El reloj me pide como siempre que me apure y no puedo quitarme esta mochila. Voy a intentar correr porque se va borrando mi sueño de volar. La percusión rompe con toda la dulzura y me acerca las náuseas. Con cada despedida pierdo un pedacito de mi.
Mi amor era real, pero el mundo y su andar le quitaron los marcos.

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